jueves, 28 de noviembre de 2024

 225. Polvo de estrellas

         Hace bastante tiempo tuve la suerte de ver un documental televisivo en el que se trataba de demostrar científicamente que el origen del hombre estaba en el polvo procedente de las estrechas. Sin capacidad para entender todo los que nos decía, la idea me pareció extraordinaria porque yo, siendo muy pequeño, en las cálidas noches de verano de mi pueblo, sentado en la puerta de mi casa, me quedaba dormido contando estrellas y mi padre me cogía en brazos para meterme en la cama.

         Muchos años más tarde, ejerciendo como profesor de EGB, hice las gestiones precisas para llevar a mis alumnos a la Escuela de Náutica de Cádiz donde D. Pablo Bernardos, capitán de fragata de la Armada, nos enseñó el planetario de dicha Escuela y a los alumnos les gustó la visita.

         En años posteriores mi familia y yo tuvimos la suerte de poder ver el planetario de Madrid.

         Han pasado los años y, ya anclado en la senectud, en  mi pueblo ya no se pueden ver las estrellas y, por lo tanto, los niños de ahora no pueden dormirse contándolas. Tarea, además, que resultaba y aún resulta imposible.

         Los padres interesados en la materia, como es el caso de los padres de mis nietas, pueden llevar a sus familias a un pueblecito de Ciudad Real en el que se pueden ver las estrellas y otros astros. Esther y Carla, alborozadas, pasaron la noche en unas esferas de material plástico situadas en plena naturaleza.

         Hoy en día en nuestro cielo lo que se puede percibir con cierta nitidez son satélites artificiales que, llegado el caso, podrían resultar amenazadores.

         Hace años en España se organizaban viajes para que las personas que no conocían la mar pudieran hacer un viaje para verla. Si no recuerdo mal en lo que se denominaba algo así  como “bautizo de mar”, se contaba con la colaboración de la Armada.

         Ahora se podrían organizar viajes para que los niños pudieran ir a zonas donde las estrellas aún podemos contemplarlas en su belleza y, de ser posible, se durmieran contándolas.

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

224 El primer artículo de Julio Moro Morgado

Julio Moro Morgado fue un gaditano ilustre y polifacético.  Nacido en Rota en 1861 y fallecido en Cádiz en 1933, siempre que podía manifestaba que se sentía fundamentalmente periodista. Por ello, cuando el Diario celebraba su primer cincuentenario en 1917 su aportación al número extraordinario denominado: Bodas de oro (1867-1917), se llamó precisamente: Mi primer artículo. En él, Moro recuerda que hacía más de treinta y cinco años, en su villa natal, contempló como la mar embravecida destruía un bergantín-goleta griego al naufragar en los acantilados roteños. Asistió a la muerte de varios marinos que se habían arrojado al mar y, además, pudo contemplar como un grumete que había trepado a un palo del buque, con la esperanza de salvarse, corrió la misma suerte.

Le impresionó tanto el suceso que escribió una carta al Diario. Moro continúa expresando: “Al día siguiente leí con la satisfacción que es fácil suponer, el primer artículo que con mi firma se ha publicado en la prensa, iniciándome tal éxito en mi profesión periodística”. Moro culmina el texto manifestando su: “gratitud al colega, que acogió con benévola complacencia las primeras letras de este modesto periodista”.

En lo que seguiremos llamando su primer artículo, en realidad se trataba de una Carta al director del Diario de Cádiz, fechada el 10 de enero de 1883 y publicada en la primera página del ejemplar del Diario del 12 del mismo mes y año. Julio Moro se mostró muy preciso en su información: hizo constar el nombre del bergantín griego que se llamaba “Rallamida”, que se ahogaron cuatro miembros de la tripulación incluido el capitán, el auxilio prestado por las autoridades roteñas y la población en general; Julio Moro aportó los nombres de los fallecidos y los de los supervivientes. Además, hizo constar el nombre de cuatro roteños que con su esfuerzo lograron sacar del buque encallado a unos marineros cuyo destino era la muerte. Debo agradecer a Inmaculada Monís, asesora técnica de la Biblioteca Provincial de Cádiz, que me facilitara el acceso al ejemplar recién mencionado del Diario de Cádiz.

También agradezco la información que me ha suministrado la asesora del CAS de Cádiz Lourdes Márquez Carmona, y, por ella, sabemos que el vecino de Rota Manuel Pérez Hernández, hombre dotado de gran fortaleza física, se lanzó al peligro sin titubear con la única idea de socorrer a aquellos infelices. Se consideró que había logrado salvar a seis tripulantes que, sin su auxilio, hubieran perecido.

Hace más de cien años que Julio Moro publicó su artículo y lo que yo agradezco al periodista, es su humanidad al tratar sobre la muerte de unos pobres marinos a muy pocos metros de las playas roteñas.

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)

miércoles, 6 de diciembre de 2023

 223. Una puerta siempre abierta

            A través de mi apreciado amigo Ricardo Lacasa he tenido conocimiento del fallecimiento de Manolo Abad. Desde el 1 de octubre de 1989 hasta su cese en el cargo de Director Provincial del MEC en Ceuta acaecido en el año 1996, tuve el privilegio de trabajar con él y de mis recuerdos, que son muchos, extraigo algunos que ponen de manifiesto la calidad humana de Manuel Abad Gómez.

            La bonhomía de Manolo pude comprobarla pronto cuando, recién llegado a Ceuta, enterado de que mi hijo fue sometido a una pequeña intervención quirúrgica retrasó su trabajo matinal para acompañarnos durante la operación citada. Como he podido comprobar a lo largo de mi vida profesional ese comportamiento no es muy frecuente.

            Manolo era un hombre risueño y utilizaba su sonrisa fácil para desarmar a personas hoscas y malhumoradas. En el trato diario raramente elevaba el tono de voz y, en las innumerables reuniones a las que fui convocado, pude comprobar que en su pequeña mesa redonda todo el mundo podía expresarse con libertad.

            Me llamó, así mismo, mucho la atención su resistencia ante el infatigable acoso de determinados personajillos que eran utilizados a modo de brulotes para asaltar la “fortaleza” de la Delegación de Educación donde, jamás he visto algo parecido, cualquier persona que tuviera algo que expresarle acudía a la sede de Rampa de Abastos y, en el acto, era recibido por Manolo Abad.

            Su puerta del despacho estaba siempre abierta de modo que cualquier funcionario, con independencia de su cargo, accedía a Manolo que le atendía con toda su amabilidad, que no era fruto de una estrategia meditada, sino un rasgo de su carácter.

            No quiero extenderme, Manolo me lo censuraría, pero quiero mencionar otros aspectos distintivos de su carácter tales como su ausencia de vanidad y su respeto a los profesionales que trabajábamos con él, a políticos adversarios y sindicalistas más o menos afines. En definitiva, a todos los que demandaban su atención.

            Destaco, así mismo, su gran cultura. Nunca olvidaré su magnífico pregón de Semana Santa y, entre sus numerosas conferencias, recuerdo una celebrada en Ceuta en la que finalizó su exposición con una metáfora del cumplimiento del deber, valiéndose de la figura de un soldado que estando de guardia le sorprendió la nube de ceniza en Pompeya y permaneció impasible en su puesto. Yo si tuviera que simbolizar la presencia de Manolo Abad en la Delegación de Educación en Ceuta, emplearía una puerta abierta a todos y para todo, que sólo se cerraba cuando Manolo estaba fuera de la ciudad.

            Finalizo manifestando a Teresa, su mujer,  y a sus hijos mi más sincero pesar por el fallecimiento de Manuel Abad Gómez, al que se une mi familia al completo. Nunca le olvidaremos.

Roque Gómez Jaén 

Puerto Real (Cádiz)

sábado, 1 de octubre de 2022

222. Un viaje inolvidable

Un viaje inolvidable

En el otoño de 1974 estaba enrolado como oficial de máquinas en el B/T “Campeador” de la naviera CAMPSA. El buque, construido en la factoría de Matagorda de Puerto Real, mi pueblo, era el de mayor porte de la flota de la naviera mencionada junto con su gemelo el B/T “Campomayor”. El diseño del buque era muy elegante, su eslora superaba los 200 metros y desplazaba más de 44.000 toneladas. La potencia del motor principal se aproximaba a los  14.000 C.V. y disponía de unas turbobombas  capaces de descargar el buque, a máxima carga, en menos de 48 horas.

                En estas circunstancias me dijeron que teníamos previsto un viaje a Rotterdam y me alegré mucho porque me gustaba y, aún me gusta, conocer ciudades y países.

                El viaje se inició y ya sabíamos que teníamos averiado el radar y que la pieza que se precisaba, el magnetrón si no recuerdo mal, no se pudo instalar en el puerto de Barcelona.

                Llevábamos unas horas de navegación cuando tuvimos que fondear en Alicante porque el primer maquinista había enfermado y fue desembarcado. Esperamos a que de Cartagena llegara un excelente oficial de máquinas y mejor persona, para  sustituir al enfermo.

                Reiniciamos el viaje y cuando llegamos a las proximidades del Canal de la Mancha soportamos un temporal de tales dimensiones que nuestro buque, que habitualmente navegaba a 18 nudos/hora, tuvo que aminorar su marcha y, a una velocidad  de 3 nudos/hora, pusimos proa a la mar. Nos consolábamos viendo como buques de menor porte que el nuestro (butaneros muy reconocibles) se limitaban a capear el temporal. No acabaron aquí las desdichas: una niebla muy espesa cubría la zona y conocíamos la presencia de enormes petroleros en nuestra cercanía y, lamentablemente, nuestro  barco navegaba a ciegas. Afortunadamente pudimos culminar nuestro viaje y, ya en Rotterdam,  un técnico holandés nos instaló el dichoso magnetrón haciendo posible que el retorno a Barcelona fuera más tranquilo.

                En este viaje, inolvidable como ya he dicho, pude observar como en momentos tan duros mientras los marinos de más edad se mostraban muy preocupados, los más jóvenes (había un porcentaje alto de jóvenes entre la oficialidad y los alumnos de prácticas) nos dedicábamos a realizar fotos de las olas golpeando la proa de nuestro barco. Hoy no lo haríamos.

 

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)

                 

 

 

 

 

Datos técnicos del “Campeador” y “Campomayor”. Construcciones 149 y 150 Factoría de Matagorda de la Sociedad Española de Construcción Naval.

TRB: 21.000 Tm

Desplazamiento: 44.100 Tm

Eslora: 209 m

Manga: 26,5 m

Puntal 14: m

Calado: 10,7 m

Propulsor: Naval Burmeister & Wain de 13.800 C.V.

Turbobombas de descarga de 1.000 toneladas/hora: 3; 1 de lastre limpio de 1.000 toneladas/hora; 1 generador de agua dulce con capacidad de 15 Tm/día. Eran dos en realidad: 1 de la NSW (muy malo) y otro danés Atlas de un funcionamiento sencillo y preciso.

Presupuesto: 320 y 330 millones de pesetas. Precio final por mejoras a petición del armador: 409.334.274 pesetas. Ambos fueron entregados durante la segunda mitad de 1969.

Curiosidad: en el puente mando un espléndido ejemplar de reloj de lujo Patek Philippe, cuyo precio me dijeron superaba el millón de pesetas.

TRB: capacidad de volumen del buque utilizable.

Desplazamiento máximo, Δm: es el peso que alcanza cuando está sumergido hasta la línea de máxima carga (agua de mar en verano de la marca de Plimsoll). El dato de «desplazamiento» de un buque, si no se especifica otra cosa, se refiere al desplazamiento máximo.

 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

221. Me despertó el silencio

En los primeros días de marzo de 1972, iniciaba mis primeras singladuras de marino mercante enrolado en el petrolero “Astorga” como alumno de máquinas.

            Mi primer viaje Algeciras-Tarragona fue muy tranquilo porque la mar estaba en calma y, en menos de dos días, llegamos a nuestro destino donde descargamos nafta.

            La siguiente carga sería en Santa Cruz de Tenerife y con dicho destino salimos el 13 de marzo para llegar el 17 del mismo mes.

            En la travesía noté algunas diferencias porque  el buque navegaba en lastre y la mar, como es habitual, hizo que el  balanceo de la nave fuera muy perceptible. La verdad es que en la ruta del Estrecho a Canarias la navegación es muy diferente a la de un Mediterráneo en calma.

            Es estos primeros días tuve que adaptarme a almorzar sobre las once de la mañana, cenar antes de la siete de la tarde y, sobre todo, levantarme a las cuatro menos cuarto de la mañana. La adaptación no se acabó ahí porque tuve que acostumbrarme al calor de la sala de máquinas, al ruido que no cesaba incluso en el camarote y la dificultad para conciliar el sueño con los movimientos propios del buque.

            He titulado esta carta con un oxímoron que se produjo realmente: cuando llegamos a Tenerife sobre las cuatro de la mañana, no me llamaron para que entrara de guardia porque mi jornada en puerto comenzaba en torno a las ocho. El “Astorga” con su motor principal en marcha (un enorme motor sueco Gotaverken de 7.300 C.V que permitía una velocidad de 14 nudos) era bastante ruidoso y, por ello, cuando llegamos a Tenerife y el buque fondeó frente a la avenida de Anaga, el motor principal y otro auxiliar se pararon y, el silencio, se adueñó de la zona de camarotes para, extrañamente, acabar despertándome. Me levanté y me asomé a la cubierta, donde me impresionó la calma de mi buque fondeado y la imagen de unas hermosas montañas que penetraban directamente en la mar.

 

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)

             

 

domingo, 11 de septiembre de 2022

220. Un retrato de Azaña

            En la sesión plenaria del ayuntamiento de Puerto Real, de fecha 8 de julio de 1936, se trató a propuesta del alcalde sobre un retrato de Manuel Azaña, presidente de la II República, ofrecido por el pintor Carlos Urtubey Rebollo para la Alcaldía.

            Se manifestaron sobre la obra los gestores Méndez y Caballero quienes afirmaron que el valor del lienzo excedía las quinientas pesetas. La Gestora aprobó, por unanimidad, aceptar el ofrecimiento del artista y donarle la cantidad de doscientas cincuenta pesetas; pese a considerar que la cantidad era insuficiente para premiar la obra y su mérito artístico.

            Siempre me he preguntado qué  habría pasado con el cuadro y si realmente llegó a ser adquirido por el ayuntamiento. Tenía mis dudas por las fechas en las que ocurrió el ofrecimiento y el acuerdo plenario.

             Nunca había oído hablar del pintor Urcelay y, como es natural en el tiempo en que vivimos, me sumergí en la Red y he podido encontrar que era médico y pintor, que su hermano Luis era un médico excepcional con un gran expediente académico en la facultad de Medicina de Cádiz; que en las fechas a que me he referido, era concejal por Izquierda Republicana; que en “El Noticiero Gaditano” de fecha 2 de mayo de 1933, se recogía que Carlos Urtubey  Rebollo, presidiendo una comisión de sanitarios de San Fernando, fue recibido por el gobernador civil donde protestó del trato recibido por dichos profesionales por parte de cierto sector del municipio isleño y, finalmente, he llegado a saber que, hoy día, podríamos comprar un bodegón suyo por la suma de 850 €.

            Además he tenido conocimiento y lo lamento, que Carlos Urtubey en el mes de agosto de 1936, fue ejecutado en la prisión de El Puerto Santa María como otros miembros de la corporación de la que formaba parte. Una víctima más  de la guerra civil (1936-1939), que es sin duda la peor de todas las guerras. Por todo ello, creo que el retrato de Azaña no llegó a decorar las paredes del ayuntamiento de mi pueblo y tampoco me parece probable que dicho lienzo exista todavía.

 

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)

 

domingo, 4 de septiembre de 2022

219 El jamón de Motril

                Desde hace mucho tiempo al llegar el verano me acuerdo de un jamón comprado en Motril. Si no me falla la memoria, en el verano de 1979 me encontraba enrolado como oficial de máquinas en el petrolero “Camponalón” de CAMPSA. Ya había estado antes en dicho barco y me encontraba a gusto: me llevaba bien con mis compañeros y demás miembros de la tripulación, venía con frecuencia por Cádiz y, además, se comía bien.

                Conocía a un engrasador de nombre José Luis: se trataba de  un hombre fornido, amable y, como muchos de compañeros, buen comedor. En el viaje a que me refiero el buque salió de Algeciras con destino a Motril donde dejaríamos parte de la carga y se continuaría hasta Almería para descargar el resto.

                José Luis  coincidió conmigo en una guardia en la sala de máquinas y, con mucha alegría, me comentó que había comprado un buen jamón para su familia pues el barco probablemente finalizaría el viaje en el pantalán de CEPSA en San Roque.

                Ya en Almería al entrar de guardia me enteré que José Luis al poner en marcha un motor auxiliar había sufrido un accidente y lo habían ingresado en un hospital. No pensamos que fuera nada grave; no obstante, el primer oficial de máquinas intentó buscar una explicación al accidente y nunca se encontró.

                Cuando días más tarde retornamos a Algeciras nos enteramos que José Luis había fallecido y la conmoción a bordo fue inmensa. Me impresionó ver a hombres endurecidos por la vida en la mar llorar como niños.

                Yo siempre pensé que ese jamón de Motril, si llegaron a comerlo, sería muy amargo para la familia de José Luis. Estas breves líneas me han ayudado a recordar la tragedia y la fragilidad del ser humano.

 

Roque Gómez Jaén (Puerto Real)